Saturday, January 21, 2006

Miedo

Mi voz temblaba, al igual que mis manos. Tenía la boca seca y mi corazón latía rápido. Crucé el umbral de la puerta, respirando hondo. Entré decididamente. Nunca en mi vida habia tenido miedo y hoy moría de nervios. Mi respiración se detuvo por unos segundo y sentí un hueco en el estómago. Estabas ahí, los ojos cerrados y más hermoso que nunca. Parecías estar en el más profundo de los sueños. Sin embargo, sabía la verdad, sabía que no volvería a mirar esos ojos oscuros de siempre lograron inquietarme. Te había conocido lleno de vida, los sentimientos y el alma a flor de piel. Tu cabello despeinado, nariz ancha y labios carnsoso eran mi debilidad. Ahora, no era lo mismo. Tus ojos no me miraban como lo habían hecho desde la primera vez, enamorados. Todo había terminado. Sentí una lágrima rodar por mi mejilla. La limpié con el dorso de la mano. Me miré en el espejo y decidí no llorar. Tenía poco tiempo, debía pensar rápido, qué decir y cómo decirlo. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, así que preferí abandonarme y dormir junto a tí. Al despertar, te encontré a mi lado, inmóvil. Como de costumbre, pasé mi dedo índice por tu tu naríz. Abriste los ojos. Mi corazón dio un vuelco. Miraste a través de mi y no me besaste. Me asusté. Te levantaste y caminaste hacia el baño, sin siquiera verme. Lavaste tu cara y volviste a la cama. Parecías no verme. No eras el mismo de siempre.
Traté de llamarte, decir tu nombre, fue imposible. Parecía haber perdido mi propia voz. Estabas tan afligido, quería abrazarte, besarte, decirte que todo estaba bien. Deseaba más que nada amarte. Me acerqué a tí, besé tu frente y por fín logré susurrar, "te amo", seguido por un adiós. Creo que ya era demasiado tarde.

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