Poco a poco te me estás saliendo. Poco a poco la historia que ocupaba tanto tiempo de mi vida se convierte en una anécdota que cuentas en 20 minutos. De pronto, sin darme cuenta, ya no me duele decir que te quise. Ya no siento que me falta el aire cuando digo que tu nunca me quisiste como yo a ti. De repente, sin más, dejas de ser ese hombre que esperé casi la mitad de mi vida.
Siempre te voy a querer, siempre voy a encontrarme en la vida cosas que me recuerden a ti. No me importa, ya no me duele.
La distancia, el tiempo, la vida, todo me llegó al mismo tiempo. Te me fuiste tú. Ya no maldigo la hora en que decidí quererte y me aferré a una historia de amor que sólo existía en mi cabeza. Ya no lloro cuando entiendo que el amor es de dos y lo nuestro nunca fue eso. Ya no siento que nunca nadie me va a entender como tú. Ya no quiero cambiar por ti. No quiero dejar todo eso que amo y que contigo siempre pensé que terminaría por dejar. No lo dejo ahora por ti, no lo dejo por nadie más.
Me quedé sin lo que sentía por ti y me llene de mí. Me llené de amor por mis particularidades y dejé de intentar ser ordinaria y sumisa. No puedo, no quiero y no vuelvo a cometer el mismo error.
No quiero ser la mujer perfecta, no quiero ser la que sale en las revistas de sociales, la de la sonrisa para los demás. Quiero sonreír para mí y no me interesa que nadie más se entere. Quiero guardar los momentos y no tener que comprobarle al mundo que no estoy sola. Porque dejó de importarme si alguien me merece en los ojos de los demás. Porque no es cuestión de merecer, es cuestión de todo menos de lo que debe ser.
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