Esta sensación de no tenerte me mata. Esta cama vacía me llena de ansias. Este sentirte tan mio aunque no estés conmigo me invade el alma. Con una palabra, una caricia, una sonrisa, todo lo que dices se evapora, se convierte, se transforma, se queda igual. Justo cuando siento que te me vas de las manos, regresas, con toda esa culpa en la mirada y la manos vacías. Me siento atrapada cuando me besas, siento que me ahogo cuando me tocas, y aún así, cada segundo que tu piel no me roza atormenta mi alma. ¿Para que luchar? ¿Para qué cambiar? ¿Para qué prometer a mi alma tantas cosas que al final se vuelven aire?
Te he tenido, te tengo, te tendré. Siempre estarás ahí, como yo siempre estaré ahí. Y siempre nos veremos como los cómplices que toda la vida hemos sido. Y siempre tomarás mis manos sólo por si acaso, de pronto, pierdo el miedo y me lanzo al vacío. Y siempre miraré tus ojos, sólo por si acaso, de pronto pierdes el miedo y te lanzas al vacío. Porque así somos, así vivimos y así nos sentimos. No hay más que decir, no hay más que analizar. Somos.
Pero hubo un momento, una fracción de segundo, que me dio una razón. Una razón para dejarte atrás, para por fin poder verte sin sentir que mi corazón se rompe en pedacitos. Una simple razón para dejar por siempre esta esperanza de tenerte como se tiene a alguien que no has roto mil veces. Un instante definitivo me hizo ver que el círculo se va a romper. No por mi determinación o tu terquedad, no por mi miedo o tu cobardía. Se termina porque así es. Esto llegó al final porque ya no hay más que hablar, no hay más que decir, no queda nada más que sentir. No hay nada ahí.
De todos modos, por si acaso, te seguiré mirando porque sé que tú, por si acaso, me seguirás tomando las manos.
Te he tenido, te tengo, te tendré. Siempre estarás ahí, como yo siempre estaré ahí. Y siempre nos veremos como los cómplices que toda la vida hemos sido. Y siempre tomarás mis manos sólo por si acaso, de pronto, pierdo el miedo y me lanzo al vacío. Y siempre miraré tus ojos, sólo por si acaso, de pronto pierdes el miedo y te lanzas al vacío. Porque así somos, así vivimos y así nos sentimos. No hay más que decir, no hay más que analizar. Somos.
Pero hubo un momento, una fracción de segundo, que me dio una razón. Una razón para dejarte atrás, para por fin poder verte sin sentir que mi corazón se rompe en pedacitos. Una simple razón para dejar por siempre esta esperanza de tenerte como se tiene a alguien que no has roto mil veces. Un instante definitivo me hizo ver que el círculo se va a romper. No por mi determinación o tu terquedad, no por mi miedo o tu cobardía. Se termina porque así es. Esto llegó al final porque ya no hay más que hablar, no hay más que decir, no queda nada más que sentir. No hay nada ahí.
De todos modos, por si acaso, te seguiré mirando porque sé que tú, por si acaso, me seguirás tomando las manos.