Monday, April 09, 2007

Tentación

El cabello revuelto, la mirada taciturna, la sonrisa secreta y el caminar flojo. Después de mirarte una vez no pude borrarte. Eres como esas cosas que se te quedan pegadas y entre más quieres quitártelas más se aferran. No se como se llaman, no me acuerdo, creo que una vez me dijiste. Eres como arenas movedizas. Entre más lucho por salir más me hundo. No se en qué momento brillante de mi existencia se me ocurrió enamorarme de ti. La verdad mi vida estaba muy bien sin los desvelos, las tristezas, las sospechas, las preocupaciones, las ojeras, la opresión en el pecho, las ganas de llorar. Siempre me gustaron los hombres problemáticos, pero tú no tienes comparación. Después del primer beso no hubo vuelta atrás. Me dejaste sin aliento, sin ganas de soltarte, muerta de miedo por lo que sentía moverse en mi interior. Pensé que me era físicamente imposible enamorarme. La verdad creía que estaba rota sin opción a reparación. Como una vhs que se descompuso y no tiene sentido arreglar.

El problema era la libertad. Siempre lo fue, siempre lo será. Pensé que teniendo hombres con compromiso no había riesgo a contraerlo. Fui muy tonta al pensar que si no me pertenecían jamás sentiría ese horrible hueco en el estómago al perderlos. No sabía de lo que hablaba. Ahora ese hueco en mi cama me duele más que todas las despedidas no sentidas y las palabras vanas de adioses insignificantes. Tantas veces habían dicho “no puedo amarte” que me supuse imposible de amar. Me encontraba tranquila con esa resolución. Entonces llegaste tú con tu mirada que me desnuda, tus manos que me hacen temblar y tu voz que no me puedo sacar de la cabeza. Dijiste esas palabras que tantas veces me parecieron vacías o poco importantes. Me hiciste sentir que era posible amar y que podría recibir lo mismo a cambio. Maldigo la hora en que me engañaron tus ojos sinceros. Llegué a pensar en el futuro, algo que nunca cruzó mi mente. Nos veía caminar de la mano, sin escondernos de nadie. Nunca había sentido culpa y ahora lo hacía. Me sentía culpable y celosa. Culpable por intentar y desear con todas mis fuerzas romper algo que había comenzado, hace mucho tiempo, como lo nuestro. Celosa de no poseer ese título que me parecía absurdo y sin valor. Odiaba no estar contigo en esos momentos en que ella te besaba frente a todos y te decía amor. Me mordía los labios cada vez que ella tomaba tu mano y la abrazabas por la cintura. Me aguantaba las ganas de gritarte te quiero cuando sus labios tocaban los tuyos.


El día que dijiste se acabo sentí miedo. Pensé que lo que llegaba a su fin era lo nuestro. Era la costumbre. Dijiste que había terminado tu farsa con ella. Sentí como mi corazón enmendado después de mucho tiempo de estar roto. Me sentía completa, me sentía amada. Me tomabas de la mano sin miedo o culpa. Me besabas frente a todos y decías sin remordimiento te quiero. El te amo llegó después. No lo pude decir pero sabías que lo sentía. Sabías que mi vida había cambiado desde que entraste a ella, desde ese primer beso en la oscuridad, a escondidas.

Un día desperté y escuché como una pequeña parte de mi corazón crujía. Se estaba rompiendo de nuevo. El pánico me hizo pensar que me sentía así porque temía que ya no me amabas. Las dudas comenzaron a rondar mi cabeza, como hienas. La confianza rota hacía mella en mi corazón y revoloteaba como ave de rapiña. Te miré a los ojos y te encontré como siempre. Nada había cambiado. Eras el mismo que dejó a una mujer que lo amaba por mí, por la otra. Entonces me di cuenta que lo que llenaba de dudas a mi alma era yo. Yo no era la misma. Creo que regresé a mi antiguo yo. Me di cuenta que seguía siendo esa mujer que considera irrelevante un título, que vive de la adrenalina de tentar a otros. Me gusta ser la tentación, eso es simplemente lo que soy. Entonces te miré de nuevo a los ojos y me di cuenta que no te amaba. Supe justo ahí que la emoción se había ido. Tenía lo que tanto había deseado y ya no lo quería. No pude decir nada. Las palabras se agolparon en mi garganta. Mis ojos comenzaron a derramar las lágrimas que venían del fondo de mi alma. Deseaba más que nada en el mundo amarte, ser felices para siempre, como en las películas. Mi vida no es un cuento de hadas. Soy simplemente la otra. Nunca seré nada más. Ese día dije adiós como todas las mañanas, pero no fue igual. Dije adiós para siempre, no volví jamás. Sólo encontraste una nota en el buró con un lo siento, no puedo amarte manchado de lágrimas. Perdón, no sabes cuanto desearía poder amarte.

4 comments:

dayanna* said...

wwwwwwwwwwwwwoooooooooooooowwwwwwwwwwww!! me encantó!

Tita said...

Me gustó mucho... qué difícil es esto del amor! Cuando no lo tenemos, nos cortamos las venas por ellos y cuando lo tenemos, nos asustamos y salimos corriendo.

Tal vez sea el hecho de que estamos acostumbradas a la mala vida que cuando por fin vemos que todo empieza a cuadrar, nos sacamos de onda.

Escribes muy bonito! Saludos!

d:ego said...

So closer of you. I stopped loving you. -When? Now, just now.

By the way, I'm directing a scene of closer for my directing the actor class.

Beutiful story as always... can't wait to write our screenplay. Start thinking about ideas.

I'm back in cyberspace!!!

humantree said...

ya llegué, te extraño taaaaaaanto, descubrí algunas cosillas literarias que creo te gustarán, luvya!!!