Estoy a punto de salir corriendo con un letrero en la frente que diga: "¿Alguien se quiere enamorar de mí?". Esa pregunta revolotea de vez en vez en mi cabeza. De pronto me veo rodeada de gente que me quiere demasiado. Estoy acostumbrada a que me quieran, es la verdad. Pero nunca he inspirado un sentimiento tan fuerte y desenfrenado como el amor... o el odio.
Encontré a un extraño en mi cama. Desperté al lado de un hombre que no conocía. Encuentro en mí esa capacidad de no decir nada, de callar el dolor, de ignorar la pasión. Quiero morir de sólo pensar que sació de mí su cuerpo y llenó de él el mío. Es lo más cercano a ti. No puedo creer que sea tan parecido a ti. A veces lo miro a los ojos y te veo a ti. Un segundo, nada más un momento, pero ahí estás. Sólo en ese espacio sentía que tal vez estabas ahí, en él.
La costumbre ha llenado ese vacío que existe desde no sé cuando. Me acostumbré a encontrar revuelta mi cama, a hacer el amor a las 10 de la noche y dormir exhausta a las 12. Memoricé sus caricias, siempre en el mismo orden y con la misma cadencia, calculando exactamente lo que le llevaba hacerme el amor.
Un día desperté, de verdad. Encontré que no había nada más para mí ahí, con él. Lo miré a los ojos, dije adiós, hice mis maletas y crucé la puerta. Desesperada salí a buscar pasiones, a hombres que no me tocaran como si estuvieran siguiendo un instructivo. Juro por Dios que te busqué en más de mil ojos miel. Nunca te encontré. Te prometo que grité tu nombre una y otra vez. Pregunté por ti en todos los cafés. Nadie parece saber tu paradero, amor.
Derrotada regresé a él. Es lo más cerca que jamás te tendré. Tendré que aprender a vivir sin ti. Algún sustituto para el amor debe de haber.
Encontré a un extraño en mi cama. Desperté al lado de un hombre que no conocía. Encuentro en mí esa capacidad de no decir nada, de callar el dolor, de ignorar la pasión. Quiero morir de sólo pensar que sació de mí su cuerpo y llenó de él el mío. Es lo más cercano a ti. No puedo creer que sea tan parecido a ti. A veces lo miro a los ojos y te veo a ti. Un segundo, nada más un momento, pero ahí estás. Sólo en ese espacio sentía que tal vez estabas ahí, en él.
La costumbre ha llenado ese vacío que existe desde no sé cuando. Me acostumbré a encontrar revuelta mi cama, a hacer el amor a las 10 de la noche y dormir exhausta a las 12. Memoricé sus caricias, siempre en el mismo orden y con la misma cadencia, calculando exactamente lo que le llevaba hacerme el amor.
Un día desperté, de verdad. Encontré que no había nada más para mí ahí, con él. Lo miré a los ojos, dije adiós, hice mis maletas y crucé la puerta. Desesperada salí a buscar pasiones, a hombres que no me tocaran como si estuvieran siguiendo un instructivo. Juro por Dios que te busqué en más de mil ojos miel. Nunca te encontré. Te prometo que grité tu nombre una y otra vez. Pregunté por ti en todos los cafés. Nadie parece saber tu paradero, amor.
Derrotada regresé a él. Es lo más cerca que jamás te tendré. Tendré que aprender a vivir sin ti. Algún sustituto para el amor debe de haber.