Abrí el cajón de los recuerdos. Abrí esa caja donde te guardo, hasta el fondo, con candado. Vi las fotos que grito al mundo que he quemado. Encontré esas cosas que me recuerdan a tí. Leí una y otra vez todas esas frases que dejaste escritas sobre mi cuerpo. Repetí mil veces todo lo que alguna vez me dijiste.
Recorrí otra vez, centímetro por centímetro, tu cuerpo. Me acordé del lunar que tienes en la espalda. Recordé la medida exacta en la que mis manos se tocan cuando te abrazo. Sentí otra vez tus manos en las mías. Vi de nuevo tus ojos miel. Me acordé de ese momento preciso en que te llenas de ganas, me miras y sé que todo está perdido. Se me erizó otra vez la piel al recordar las yemas de tus dedos.
Empecé a sacar cada vez más cosas de la cajita secreta que guardo. Encontré tu nombre grabado en mi alma. Encontré esas ganas de salir de cualquier lugar para estar contigo sola. Encontré tus labios y tu olor.
Seguí buscando. Saqué todo eso que mi hizo daño. Encontré todas esas cosas que hiciste que me partieron el alma. Encontré las palabras que decías para calmar mis celos. Encontré las frases que me curaron. Te encontré con la esperanza de que no hubiera olvidado a que sabían tus besos.
La última vez que abrí esta caja perdí tu voz. No escuché esa voz que me hacía temblar. Debí de haberla grabado en algún lugar. Esta vez, por más que busqué, no encontré el último beso. Si hubiera sabido qué ese sería la última vez, hubiera sacado todo esto que me quema y hubiera dejado solamente ese beso. Supongo que ninguno de los dos supo que era un beso de despedida. Supongo que tu tampoco te acuerdas. Lo tengo perdido. Te tengo perdido y esta caja se queda cada vez más vacía.