Miraba fotos viejas. Estábamos tu y yo. No las había visto antes porque estaba segura que iba a llorar. Entonces, vi una foto que me tomé hoy. No estabas ahí, era sólo yo. No sentí miedo. Estaba feliz. No parecía haber un vacio, no parecía esperarte. No era igual a las fotos del pasado, en las que no estabas tú. Mis ojos brillaban, y por primera vez en mucho tiempo, la fotografía era toda mía. Me pertenecía. No había vestigios de tí y tampoco de lo que fue. Sonreí. Me sentí un poco triste. Nunca creí que un día, sin más, dejaría de esperarte.
Ahora, te confieso, me doy cuenta que siempre tuve fé en que regresarías. Siempre había tenido la esperanza de que ibamos a estar juntos. Pero hoy dejó de ser así. Me doy cuenta que este sentimiento se ha ido. Ahora veo tu foto y no reconozco a quien me acompaña. Ahora veo las fotos del pasado y ninguna es realmente hermosa. Siempre alguno de los dos parece sentirse fuera de lugar. Hoy entiendo por qué. No siento nostalgia, no siento tristeza, ni siquiera enojo. Simplemente no siento nada. Creo que esas fotografías son falsas. Creo que no tienen sentido y sobre todo, quien me acompaña es un extraño.
Ahora que lo pienso, creo que me hubiera gustado conocerte. Sin embargo, ya no me interesa. Lo que creo conocer de tí no me dice nada. No me hace sentir lo que creía existía. Por esta razón, te pido perdón. Te pido perdón porque te merecías que te viera tal cual eres. Merecias que te quisiera por lo que verdaderamente eras, no una ilusión de lo que yo deseaba encontrar. Perdón por creer que eras alguien que realmente no se parece nada a tí. Perdón por darme cuenta tan tarde y por recordarte el pasado. Por muy extraño que seas para mí, te merecías que te viera como eres. Ahora veo esas fotos y ni siquiera me reconozco. Es también por esto que te pido perdón. Creo que tu tampoco viste mi verdadero ser. Por esto, también, te pido perdón.
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