Arder en el más mundano deseo. Eso es lo que quiero. Quiero ser del mundo y vivir algo ordinario. Quiero dejarme desvestir una y otra vez. Quiero dejar de medir mi vida en relación a sus manos. Quiero empezar a contar el tiempo en relación a mi cuerpo. Quiero llenarme una y otra vez de eso que la gente común hace. La estimulación intelectual puede esperar. Mi verdadero yo se puede presentar en otra ocasión. El día que la conozcas, muy probablemente no te interese seguirla frecuentando.
No soy de esas. No soy de esas mujeres que se abren y pintan todo de color de rosa. Yo no voy a hacer tu vida mejor. Yo no te voy a cuidar ni me voy a convertir en la tregua que buscas. Yo soy la guerra. Yo soy el enemigo y soy todas esas cosas que las niñas buenas no deben ser.
No soy paciente. No soy condescendiente. Soy egoista. Soy todas esas cosas que hacen a una mujer peligrosa. Soy todo o nada. No te dejaré en paz en la cama. No soy sosiego. No te voy a hacer sentir mejor. No voy a tomar tu mano y dejar que me guíes. No te voy a dejar nunca controlar mi vida, mucho menos mi mente. No me voy a callar, ni siquiera por respeto a los vecinos. Soy todo eso que un hombre no necesita.
Arder en el más oscuro de los placeres. Eso es lo que quiero. Quiero devorarte y entre las sábanas, despacio, quemarte. Quiero dejarte explorar cada uno de los recovecos de mi cuerpo. Los de mi mente, esos, me los quedo. Puedes conquistar mi cuerpo cuantas veces quieras. Me puedes tocar completa. Mi alma, esa, me la quedo.
No soy de esas. No te voy a decir que te amo. No te voy a llenar de ternura. No voy a decirte todo eso que las niñas buenas dicen. Te voy a encontrar en medio de la noche y profanaré cada centimetro de tu cuerpo. Tu corazón, ese, quédatelo.
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