El último beso debería de ser anunciado. Deberíamos saber que nunca más volveremos a sentir el aliento de esa persona que hace que toda razón deje de tener sentido. Debería de existir una señal que te avise que será la última vez que ese cuerpo estará en sintonía con el propio y ambos tendrán que buscar otras frecuencias.
De existir este tipo de avisos, guardaría el último beso en el cajón más escondido dentro de mi corazón. Guadaría ese momento en que las respiraciones se convierten en una misma. Me quedaría con el impulso eléctrico que te recorre por completo en el instante justo en que los labios se tocan. Guardaría por siempre tu esencia en una camisa.
Porque nunca nada es igual. Porque cada relación tiene su propio ritmo, su propia velocidad. Porque nadie besa con la misma intensidad o la misma ternura. Porque guardar esos pequeños momentos nos llenaría la vida en vez de dejarnos vacíos. Si pudiera llenarme de tí para dejarte ir, lo haría. Si una despedida pudiera ser anunciada, lo haría. Porque conmigo ninguna despedida ha sido anunciada. Nunca he dicho adiós y me quedo con el alma vacía sin darme cuenta.
Si me hubieras avisado que sería la última vez, tus caricias no me dolería. Haría que me recorrieras entera para que pudieras sanar todas las cicatrices que una vez dejaste, todas esas veces que me convertiste en fuego y me quemaste. Me quemaste y dejaste todas esas heridas abiertas.
Si pudiera, guardaría la última mirada cómplice. Esa que nunca será igual. Porque todos crecemos, cambiamos y los ojos nunca son los mismos. Porque la complicidad nunca es la misma. Porque la frecuencia y las bromas escondidas nunca son iguales. Me perdería por última vez en tus ojos miel y encontraría mi propio reflejo para darme cuenta que lo que amo no es tu mirada sino cómo me ves. Porque verme a través de tus ojos nunca ha sido tan hermoso. Porque me enseñaste a observarme con tus pupilas. Me enseñaste a que soy tan tuya porque así me ves, me veías.
Me quedé sin dueño. No encuentro esas cosas que me hacen quien soy, de quien te enamoraste. De haber sabido, te hubiera pedido me escribieras mil veces para no olvidarme. Porque me perdí, olvidé todo eso que me hizo lo que alguna vez amaste.
De haber sabido, me encontraría en tu cuerpo una última vez, para no quedarme tan sola.
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