He decidido que esta vida no es para mí. Sin embargo, no hay razón para alarmarse. Es simplemente una decisión que se ha estado gestando en mí durante los últimos años. No importa cuanto crea que las cosas estarán bien, nunca parecen mejorar. Pero me he resignado a salir de esta vida como es debido. Con una despedida adecuada y sobre todo, un excelente final. Después de todo, no puedo terminar una vida gris con un final igual. Debo añadir un poco de color, el color será rojo. Es un color hermoso y lleno de vida, irónico ¿no? Pero no nos desviemos, pues, del objetivo, salir como es debido. No me importan las despedidas porque nunca he sido buena con ellas. Comienzo a llorar y me desvió de mi meta inicial. Es por eso que decido no despedirme de la gente que me rodea. La verdad es que quien realmente me conoce sabrá mis razones y me entenderá. Pero no podría irme sin antes despedirme del mundo. Es el mundo el generoso. Los girasoles, el viento, las nubes, las estrellas y los árboles. De ellos me despediré los próximos días.
Primero acudiré a un sembradío de girasoles que indudablemente estarán mirando a Apolo con la esperanza de que regrese. Esa esperanza tan parecida a la que siento cuando deseo más que nada que mi alma regrese y me llene este vacío que me come las entrañas. Entonces arrancaré el más hermoso y lo llevaré a mi lugar de partida.
Seguiré pues con el viento. Ese hermoso elemento que nunca me ha dejado sola. Siempre esta ahí, omnipresente. No me abandona, no me juzga y me ama muy a pesar de mí. Me acompaña sin rencor, sin desear nada a cambio y dando todo de si. Me iré definitivamente con él. Él estará a mi lado hasta el último aliento, y será mi aliento el que se quede y acompañe por siempre al viento. Este será mi agradecimiento a mi siempre amigo el viento.
Entonces miraré al cielo. Veré figuras, veré a los espíritus que siempre me han acompañado y mirado. Me miran a diario. Se aseguran que la candidez del sol sea perfecta cuando toca mi piel el primer rayo de sol. No siempre tienen la misma forma, pero sé que son los mismos. Cambian de piel de vez en cuando para poder seguir de mí cuidando.
Después hablaré con las estrellas. Mis hermosas hermanas que noche tras noche velan mi sueño. Se quedan sólo para acompañarme un tiempo más, aunque sé que ahí ya no están. Su espíritu siempre esta ahí, consciente de que necesito su luz para poder reír. Esa luz que me llena de esperanza y me hace pensar que realmente no estoy aquí. Me hace entender que soy solo un reflejo de lo que un día fui, pero mi verdadera luz esta en otro lugar. Nadie ha logrado verme en realidad, igual como yo nunca las he visto a ellas. Soy entonces, algo que fue y cuya luz se extingue pues se encuentra a miles de kilómetros de aquí. Es sólo cuestión de tiempo para que, al igual que ellas, encuentre mi lugar. Entonces tomaré la forma que siempre he debido tener. Etérea, intangible como siempre ha debido ser.
Finalmente me dirigiré al bosque. Me encontraré pues, con los frondosos árboles que me sostienen cuando detengo el paso. Su fortaleza me ayuda a recuperar la propia. Cuando el camino se vuelve muy cansado, me recargo en ellos y su tronco me sostiene como nunca nadie ha logrado hacerlo. Me siento tranquila a su lado, pues el sonido del viento entre sus hojas me hace recordar que mis raíces también me pueden dejar volar. Es en esos momentos que encuentro el sostén de mi vida y la fuerza para dar unos pasos más.
Creo que después de mi despedida, no deseo decir adiós. He encontrado la esperanza, mi propia luz, mi libertad y la fuerza para caminar un poco más. Creo pues, que puedo seguir, mientras ellos sigan aquí.
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