Buenas intenciones

Te destruyes, poco a poco, sistematicamente. Te llenas de cinismo, despacito, todos los días. Lloras, cada vez menos pero con más fuerza. Dejas de amar, de repente, sin darte cuenta. Y te diviertes, te quemas, te llenas de cicatrices. De pronto dejas de ser esa persona que alguna vez fue transparente. Ahora nadie ve a través de tí ni sabe lo que realmente piensas. Te dibujas esa sonrisa, te pones esa máscara. Y juegas, cada vez más y cada vez mejor. Te vuelves adicta al juego, a la emoción, al dolor. Te gusta que le duelas, te gusta que te duela. En este círculo vicioso no puedes ver más allá de su cuerpo. Escuchas a lo lejos esa voz que te dice que te estás rompiendo. Escuchas ese crack que te confirma que no hay vuelta atrás. Has quedado marcada, se ha muerto parte de tí. Pero sigues jugando, sigues mintiendo, sigues sonriendo.
Que bonita te ves cuando lloras. ¿Por qué? Porque esas lagrimas son lo único sincero que queda de tí. Además de eso, no hay nada. Después de eso quedan caricias sin sentido, besos vacíos, besos tatuados que te queman la piel. Te duele, y te gusta. Te llenas de dolor porque eres adicta, te llenas de cinismo, de hipocresía y de mentiras.
Entre tantos juegos, entre tantos besos, no reconoces lo que es cierto, lo verdero. Truth is overrated. Quieres saber hasta donde llegas, hasta donde llega él. Y ves pasar a alguien más, ves como él te puede salvar. Lo dejas caminar a tu lado, tomar tu mano, y juegas. Con él también juegas, con él también te pones esa máscara. No puede romper esas barreras que con tanto empeño has construido. No puede ver más allá de tu cinismo. Y lo ves pasar, y lo ves cansado, y lo ves derrotado. Y no te importa. No quieres saber cuanto te aman sino cuanto les dueles. No quieres saber cuanto puedes amar sino cuanto puedes lastimar. Y se van, esos que quisieron sanarte dejan de intentarlo. Tienes esa capacidad de romper la más buenas intenciones.
Te ve con los ojitos llenos de lágrimas. Entonces, sólo ahí, justo en ese momento, no un segundo antes ni después, lo quieres. Porque le dueles y eso te gusta. Le dueles tanto que se aleja porque el sí entiende que el dolor no es la forma de amar. El sí entiende que el amor no es toda esa montaña rusa de emociones. Amar es mucho más que ese juego sin sentido que te está rompiendo el alma. Poco a poco, día a día tu corazón se deja morir. Está entrando en un letargo que lo deja a salvo de eso que dicen que es el corazón roto. Se muere, despacito, esa ilusión que recuerdas de los días en los que creías que te podían amar. No quieres que lo hagan, es ir contra todo eso que siempre has creido, todo eso que tanto trabajo te costó construir. Ese personaje sacado de tus letras, esa persona inventada en tu imaginación que ha cobrado vida propia y se rehusa a dejarte salir de esa prisión que creaste para encerrarte a ti misma. Y estás atrapada, sin salida, esa niña que alguna vez fue sólo sentimiento se muere detrás de una ventana. Está en esa casa de hielo que la deja ver todo y que la tiene aislada de la vida. Y duerme, tranquila, esperando que algún día ese hombre que siempre le han dicho vendrá a derretir el hielo. Lástima que los caballos blancos sólo los montan en los cuentos.