Sunday, January 14, 2007

Por el jardín del recuerdo, lleno de botoncitos del ayer, caminé segura varias veces. Era imposible no tomar una pequeña rosa floreciente que pintaba de rosa todo lo que tocaba. Así poco a poquito iba tiñéndolo todo. La toqué con la puntita del dedo, así a penitas, casi ni me sintió. Pero fue suficiente para que, paulatinamente me llenara de rosa. Yo era toda rosa y nadie más podía decir lo contrario. Mi cabello rosa y mi vida rosa, todo era rosa. Mi corazón por supuesto rosa, como mi sangre. El hombre grande de mente pequeña se sentó a mi lado. Me dijo al oído palabras que nunca había escuchado. No le entendí, y fijé en él mis ojitos rosas. Él volvió a hablar lentamente, a cada pausa su respiración se notaba aún más difícil. Como no le entendí, a señas me dirigió a la flor más rara que había visto en mi vida. La miré con mis ojitos rosas y mi mente rosa no pudo evitar envidiar la belleza de la flor. Su color era vino, casi negro, con unos destellos violetas. Era lo más raro que había visto en mi vida rosa. Era tan hermosa que mis ojitos rosas, lloraron lágrimas rosas. Noté entonces que mi corazón latía fuerte y rápido. Algo dentro de mí me decía que debía tener esa flor hermosa, que debía estar justo al lado de la florecita que pintó mi vida rosa. Como lo había hecho miles de veces, me incliné para cortar suavemente la flor. Primero me acerqué para percibir su hermoso olor. Era algo que mi naricita rosa jamás había olido. Era como un satín que transitaba rozando suavemente mi nariz, no le perturbaba, la tranquilizaba. Era tan hermoso ese aroma que me acerqué aún más, y mi naricita rosa rozó levemente uno de sus pétalos. Fue el sentimiento más hermoso del mundo. Si el aroma de la flor era sutil y suave, al tacto era aún más. Sus pétalos eran la seda más fina que tocaba mi piel, erizando cada parte de mi cuerpo. La sensación era tan maravillosamente excitante que, mi piel, rosa toda, sentía cada roce de pétalo sobre mi nariz. Era como si con a penas tocarla, una sábana de la seda más suave del mundo, rozaba mi piel. Era estar acostada en un cama llena de seda que a cada movimiento acariciaba mi piel de la más dulce manera. No lo resistí y arranque la flor de su tallo. Comencé por acariciar cada rincón de mi piel para sentir por completo su leve roce. El olor, antes jamás conocido, me llenaba y me embriagaba. El vaivén de la flor sobre mi piel me hizo caer en un profundo sueño. Desperté completamente extasiada, cansada. Mi cuerpo desnudo yacía en el pasto, que comparado con la flor, era como una lija sobre mi piel. Mi cabello revuelto despedía el hermoso olor que jamás había percibido. El hombre grande con la mente pequeña se acercó a mí y me miró con tristeza. Pensó que yo había entendido. Ahora ya no era rosa. Nada era rosa, sólo el recuerdo. Ahora todo se había tornado negro. Mi cabello negro, con mi alma negra y mis manos negras. Cuando regresé a buscar la florecita que pintó mi vida de rosa, ya no estaba. Se encontraba en el suelo, junto al lago, marchita. Miré mi reflejo y mis ojos negros lloraron lágrimas negras.

3 comments:

*~PinkTangerine~* said...

Creo que sí, definitivamente estás leyendo Perfume jeje, Hugs!

humantree said...

now i get it... enjoy!

d:ego said...

I loved it, it was an amazing metaphor. Mmm, this looks familiar!!! I don't now why... but somehow it reminds me of nOwhere. Weird, hehehe. Love ya.