Wednesday, August 09, 2006

soledad...

La soledad nos hace cometer los actos más increibles de la vida. Martha se sentía sola y soportó una compañía que dolía pero que a la vez mitigaba el profundo dolor que sentía. La soledad cala hasta los huesos y se intenta destruir recorriendo oscuros pasadisos que nos llevan a profundos dolores. El precio de no sentirse solo se paga de muchas maneras y el costo varía constantemente. Martha pudo haber perdido, no sólo la vida, sino la razón de vivir. El egoismo natural del ser humano la internó en un laberinto en el que nunca encontró la brújula. Pudo haber escuchado las direcciones que a gritos se le proporcionaron. Sin embargo, a pesar de que escuchaba claramente, el hueco que le carcomía las entrañas le pedía que le llenara, sin mostrar interés en el como. No era importante que estuviera dentro, siempre y cuando esa sensación de ausencia desapareciera. Martah encontró como llenar el vacío pero perdió la vida en el intento. Su pequeña hija, por su parte, busco llenar el vacio que le causó la búsqueda incansable de su madre. Laura, encontró también un laberinto. Recorre ahora los pasadisos que alguna vez su madre transitó. Sin embargo, ahora se encuentran más confusos que ayer. Las ramas han crecido y el panorama se muestra aún más gris.

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